Me gusta…

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ME GUSTA…

Publicado en El Heraldo del Bajío
el 11 de octubre de 2013.
 

Me gusta mi laptop. Me gusta encenderla y pensar que ahora sí escribiré algo que valga la pena. Me gusta conectarme a Internet. Me gusta inventar frases para mi Twitter. Más que ver videos, me gusta escuchar canciones en Youtube. Poner un disco al azar de entre los mil-8mil que mi esposo tiene. Me gusta leer chismes de farándula porque me hace reír tanta estupidez.
A veces me gusta hacer ejercicio. Sigo esperando a que regresen los de la garantía a reparar la escaladora Nordika que, por cierto, ya NO recomiendo porque son medio güeyes los del servicio: perdieron mi ticket y ya no se quieren hacer responsables.

Hace años que no escucho radio.

Me gustaba sintonizar El Club de los Beatles de la tarde. Y los Pioneros del Rock de Universal Stereo. Tengo todos los discos de los Beatles, excepto las Antologías 2 y 3. O más bien tenía, porque cometí el gran error de prestar unos cuantos. Me alucinaba con Marilyn Manson, pero hace unos años rompí mis álbumes originales y tiré toda la parafernalia que compré en sus conciertos. No quiero que mis hijos un día escuchen sus tonterías suicidas y deprimentes, no me vaya a salir por ahí un niño EMO.
Apenas hace unos días descubrí mi poema “Todo” en un fotolog, aunque lo cambiaron a masculino (“Quiero ser / el hombre que te robe el sueño”). Ya me acostumbré a encontrar mis textos sin crédito, y aunque me gusta saber que mis palabras son leídas y andan por todas partes, precisamente por eso decidí hace tiempo no publicar poesía nueva ni narrativa en internet. Odio a quienes se adornan con sombrero ajeno, en especial cuando se trata del mío.
Me gusta estar en casa. Me gustaría pasar más tiempo en la calle. Hace siglos que no voy a un rave, a un festival oscuro, ni siquiera a un simple concierto (¿cuenta el Ciclo de Jazz del Forum Cultural Guanajuato?). Me gustaba escribir sobre música, así me di a conocer en internet… pero sigo sin componer la letra de una sola canción: ahí es donde en serio en serio se hace lanita.

Me gustaba ser vanidosa.

Ver cosméticos aunque no los compre. Hace siglos que descontinuaron mi crema “Sweet Temptation” de Victoria’s Secret. Aún no encuentro un shampoo o un tratamiento que deje mi cabello suave y manejable como el de mi perrito Domi. Ya no me trauma esa orejita “de coliflor” que, según un ex jefe, quedó así de tanto hablar por teléfono. Ya casi no hablo por teléfono, a no ser con mi abuela Lupe. Con mi madre platico de lunes a viernes por Skype. Extraño los tiempos en que el mundo entero se reducía a tener MSN Messenger.
Me gustaba ser vanidosa. Muy paradójicamente, me gusta más mi cuerpo desde que engordé lo suficiente para no presumir mi otrora abdomen marcado. Tarde aprendí que la felicidad no está en ser talla uno, en comer puras ensaladitas, en traer tras de ti a puro menso que ni al santo caso. Nadie me dijo que patinar y los aparatos del gimnasio me iban a joder las articulaciones. Soy de la “Generación X”, la primera que amó los videojuegos: apenas ahora sabemos que estarle dando a los botoncitos y al mouse causa túnel carpiano y dolores que no me dejan escribir más de tres cuartillas diarias.
Siempre me gustaron los hombres maduros. Sigo sin creer que me casé con ése fue mi primer amor.

Me gusta leer.

No le recomiendo La vida conyugal, de Sergio Pitol, a quienes tienen problemas matrimoniales: no vayan a acabar teniendo “malas ideas” como Jacqueline Cascorro. Me gusta buscar nuevas webs para publicar mis textos, aunque resulte molesto que algunos “consejos editoriales” mafufos ni siquiera te contesten un “recibimos correctamente su maldito correo”.
Me gustaba coleccionar tonterías. Hace unos años regalé casi todos mis monos de Pato Donald, dicen que hay que evolucionar.
Me gusta escribir en El Heraldo del Bajío. Me encanta abrir el periódico y ver mi nombre en letras de molde. No sé bien en qué radica la diferencia, pero me siento especialmente orgullosa las contadas veces que aparezco en la sección de El Universal. Hace poco retomé la escritura de cuentos, ahora quiero intentar con la microficción.
Sigo enviando textos a convocatorias de antologías porque nomás no tengo dinero para autopublicarme, bah: ni siquiera podré ir a la boda de mi primo Iram en California (snif). La última vez que envié una novela a dictamen, resultó que es por coedición: veinte mil pesitos para tener “tu libro tuyo de ti”… ¿Dónde podré encontrar un “mecenas no sexual”, un socio que ponga el dinero que, según me dicen, seguro recuperará con creces? La penúltima vez que envié mi libro de cuentos a dictamen, los de Editorial Almadía lo batearon con un lindo mail que comenzaba así: “Estimado SEÑOR Jéssica de la Portilla”.

Sigo en sabático con la Ingeniería Virtual.

Pensé en hacer el examen Ceneval de Licenciatura en Enseñanza del Inglés, pero me he hecho mensa en investigar la tramitología. Lo más adecuado sería de plano meterme a Filosofía y Letras, a Letras Hispánicas o a Letras Lo-Que-Sea, o a la envidiable Licenciatura en Cultura y Arte… pero me da harrrta pereza imaginarme oootra vez yendo a clases presenciales con un montón de chavitos recién salidos de prepa.
Me gustaba presumir la beca con que me gradué, gracias al ex director Teodoro Villegas Barrera, de la Escuela de Escritores de Sogem.
Me sigue gustando hablar poco. Ya me da igual que “la gente que me quiere en la vida real” no lea mis textos, ellos se los pierden. Me encanta que mi mamá sí me lea, que ella y mi abuela y Héctor sean mi pequeña y exclusiva familia, quienes realmente ven, se preocupan por mí y hasta me leen sin falta.

Me gustan los sueños recurrentes.

De regreso a la secundaria o a la prepa, que siempre sí anduve con el profesor de Civismo con quien me casé. Ahora sueño con el Distrito Federal, que viajo en Metro o en Microbús; hoy soñé algo con mi departamento de la Portales Sur. Me gustó probar el hummus, el jocoque, la cebadina aunque empalague, la cajeta a cucharadas, el jarabe de chocolate a tragos, los esquites que aquí llaman “vasitos”, cualquier tipo de queso.

Lo único que aún no soporto es la cebolla.

Las injusticias. Casos como el de la mazateca que dio a luz en el jardín del centro de salud de Oaxaca. Que te digan que “es casi un hecho que entrarás a trabajar de ya”, y a la mera hora ni sus luces (jódanseee). Me gusta confiar que algún día el karma castigará a los de cuello blanco, a quienes nos jodieron con la Guerra del Narco, a los que hoy mueren por cobrar IVA en las croquetas del Domi y en las colegiaturas de los hijos que algún día tendré. Le sigo rogando a San Dharma que obtengamos lo que en verdad merecemos: felicidad, harto dinero, obras maestras, no más guerras estúpidas, no más premios Nobel de la Paz para los que quieren atacar Siria en mi nombre.
Me gusta soñar que en 2014 al fin tendré “mi primer hijo”, ya sea el de carne y hueso o el que lleve mi nombre en la portada… Cualquiera de los dos será más que bienvenido.
Nos leemos el martes.

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